domingo, 29 de mayo de 2011

Domingo de feria y mercado

Cada semana, Montevideo celebra su Feria de Tristán Narvaja.
Su visita, no es algo que uno pueda hacer a la ligera. Para aquellos que viven en la zona Centro o Cordón, en las proximides de la Universidad, puede decirse que el paseo está incorporado a la rutina dominguera, como los ravioles con tuco o la siesta. Se arranca en general a eso de las 11 de la mañana, con mate y termo, solo o acompañado, siempre con  ganas de perderse en el gentío, para encontrarse con otros "correligionarios", comentar los hallazgos, matear unos minutos y seguir cada uno por su lado.
Para aquellos que viven más alejados, el paseo se programa desde el día anterior, sobre todo si el tiempo  parece que "pintará bien": sol y buena temperatura.
El eje de la feria está en la calle que lleva su nombre, pero es en las laterales donde es posible encontrar los objetos más sorprendentes a los precios más insólitos: relojes de cadena, relicarios, envases de latón, postales escritas hace más de un siglo, bastones con mango de plata o sombreros franceses.
De toda la feria, mi lugar preferido es la calle Paysandú, donde se instalan los libreros de viejo.
Muchos ellos han sido sostén de gran parte de la historia de la feria, como Pierre Reverberi, (foto) antes corazón y pulmón de la librería De la Mancha, o Hugo Gatti, o El Mellizo. 
En sus mostradores, es posible encontrar desde una edición francesa ilustrada de 1790 del Quijote a primeras ediciones dedicadas de Carlos Sabat Ercasty, Mario Benedetti, Carlos Reyles o Paco Espínola.


Del otro lado del océano, Barcelona se ofrece a través del Mercat de Sant Antoni, un viejo mercado modernista que cada domingo se rodea con sus aceras de libros, comics, sellos, monedas y películas.
Aquí la nostalgia del que busca el incunable cede el paso a los aficionados a los cromos, los videojuegos u otros objetos coleccionables, aunque afortunadamente son muchos todavía los que se emocionan frente al hallazgo de un libro descatalogado desde hace años.
Allá o aquí, los mercados y las ferias permanecen, a pesar de la globalización, de las "grandes superficies" o de internet,  dándonos la oportunidad de ver, tocar, oler, negociar, con otros, entre otros, como hace siglos. 


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